A veces cometemos errores
A veces cometemos errores. Nos dejamos llevar por viejos patrones, preocupaciones que creíamos haber superado, y sin querer empezamos a cuestionar cosas que quizás no deberíamos. Un “¿con quién estás?” o un “¿qué está pasando?” puede sonar a inseguridad, y muchas veces lo es. Pero hay una diferencia clave entre esas dudas que vienen desde el ego o la agresión, y las que nacen desde un lugar más vulnerable.
Es fácil sentir que estás siendo tóxico cuando surge esa inquietud. Y claro, si no se maneja bien, puede volverse así. Pero no todas las dudas vienen desde un lugar oscuro. A veces, lo que parece una actitud negativa es solo una forma un poco torpe de expresar amor, de mostrar interés, aunque desde un lugar expuesto e inseguro.
Lo importante es diferenciar entre los patrones que realmente dañan y aquellos que, aunque incómodos, no vienen del odio o el rencor. Cuando alguien actúa desde el ego, desde la prepotencia, lo que busca es control o poder. Es esa necesidad de imponer su voluntad, de hacer sentir mal a la otra persona, lo que convierte una simple pregunta en un ataque. Ahí es donde nace lo verdaderamente tóxico.
Por otro lado, cuando las dudas vienen desde un amor genuino, aunque resulten incómodas o inoportunas, no cargan con agresividad. No se trata de herir, sino de entender, de conectar, quizás desde un lugar de inseguridad, pero nunca desde el desamor. No es que sea correcto cuestionar desde la preocupación, pero la intención detrás de esas dudas marca la diferencia. Este tipo de preguntas, aunque molestas, no buscan destruir, sino asegurarse de que todo esté bien.
El problema es que muchas veces no sabemos cómo manejar esas emociones. Nos dejamos llevar por el miedo, por el temor a perder, y ese amor vulnerable puede parecer control o desconfianza. Pero no es lo mismo una duda que nace del miedo al rechazo que una que busca imponer poder o dominar a la otra persona.
La clave está en aprender a reconocer de dónde vienen esas emociones. Si te das cuenta de que lo que sientes nace desde el amor, aunque sea un amor inseguro o torpe, es más fácil manejarlo con compasión y honestidad. Pero si lo que te mueve es el ego, la necesidad de tener la razón o de dominar, es ahí donde empiezan los problemas.
Entender esta diferencia es esencial para no caer en patrones verdaderamente tóxicos. Reconocer que no todas las dudas o inquietudes vienen del odio o del rencor nos permite ser más conscientes de cómo actuamos y cómo nos comunicamos. Lo importante es no dejar que esas emociones te dominen, sino aprender a manejarlas de una manera que te permita crecer, tanto en lo personal como en tus relaciones.
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